Mi recorrido por el casco histórico de Bruselas comenzó con un viento frío que parecía cortar la cara. Mis pies cansados se helaron rápidamente en mis botas de buenos aires. Ya tenía el talón algo lastimado por las largas caminatas, y tuve que hacerlo. Digo “tuve que” porque en otras condiciones jamás me hubiera comprado esta botas de gamuza forradas de peluche que no permiten distinguir un delicado pie de un sándwich de mortadela. Pero debo decir que mi viaje será mucha más cálido y solo costaron 10 euros.
Visite la Catedral y la plaza principal con sus edificios barrocos encargados por los distintos gremios. Confirmo mi primera impresión es una Bruxelles opulenta. La otra hipótesis ya verificada es que construyen enormes parques con prolijos jardines para todo lo que se les ocurra. Hay tantas estatuas que se miran unas otras a otras por toda la ciudad casi en un dialogo. Imagino que deben contarse cosas secretos de reyes.
Recorrí negocios integrados en espacios de antiguas fachadas, en la zona de los bares y restaurants es posible encontrar comida de cualquier parte del mundo. Esta atestado de locales de venta de chocolates que van desde sofisticados hasta los comerciales del lugar. La bebida que toman en la calle es chocolate caliente más aún que el café y se ofrecen sopas de distintos sabores al paso. Están preparadas en unas ollas eléctricas en los locales tipo cafetería para llevar. Al mediodía con tanto frío y hambre tome la vía fácil y universal. Mc Donalds. Es increíble como en cualquier parte del mundo el resultado es similar. Satisfacción en la caja, no es difícil pedir un big mac. Un ligero placer al degustarlo, seguido del inevitable arrepentimiento que trae consigo la sensación de pesadez. Dentro del local podían verse representadas todas las nacionalidades. Llamo mi atención una mesa de 8 o 10 chicas de unos 20 años. Sus pieles eran todas de diferente tonalidad. Pensé en la discriminación y como se manifiesta en ciudades tan diversas. Ayer conocí a Shaila, una chica española que vino hace un mes por una beca y esta dando clases de inglés. Lloraba y estaba triste en la cama de abajo del hostel. Me puse a hablarle y se siente agobiada porque casi nadie le habla en inglés (menos en español) y se le hace muy difícil. La discriminación aquí pasa por el idioma. El francés es el dominante. La gente se sectoriza de forma muy marcada por la lengua. Y claro no es lo mismo ser turista que intentar vivir en un lugar que no comprendes. Viaje en subte, ya casi como una experta. En la escalera mecánica venía detrás de dos personas hablando español latino. Eran un hombre y una mujer chiquititos, casi como duendes. Unos pasos más arriba un hombre de claro aspecto germano los miraba fijo y con gesto serio. Él le dice a ella: “por qué me mira tanto” … no pude evitar acotar “debe ser por el idioma”. Enseguida presentamos pasaportes, colombiano, ecuatoriana y argentina. Nelson, dijo que hacía más de 20 años que trabajaba acá y ella ya llevaba 18. “Quédate, Bélgica es un buen lugar” y se despidió con apretón de manos deseándome suerte.
Lo que verdaderamente no comprendo es esa escultura chiquita de un niño haciendo pis que es cómo un símbolo nacional. En la cuadra dónde está, hay decenas de réplicas del horrible nene “meando” en nuestra cara. Casas repletas de souvenirs, que me recordaron a las marplatenses y sus lobos marinos, solo que de sacacorchos con la criaturita. Me impresiona el contraste entre los fastuosos edificios antiguos y los igualmente dominantes de las calles edificios modernos. Son gigantes de cristal, hierro y cemento que se levantan entre los parques, las estatuas y las historias de reyes.
Ya tengo mi pasaje de tren, mañana visito Brujas y Gantes, y lo obtuve de un empleado sacado de algún cuento británico. Shaila y los libros prometen que me gustara tanto como Amberes.