Domingo 30 de Enero de 2011
Mañana entretenida siempre al borde de perderme en la intrincada red del metro. No podía creerlo la máquina solo operaba con monedas y obvio no tenía las suficientes en la billetera. Otra razón para preferir Alemania y sus expendedoras con billetes! Casi cambio de hostel pero al llegar al nuevo el barrio parecía zona de guerra, así que nuevamente al subte y al barrio del botánico. Como buena “hija de Luis” puedo reconocer el peligro aunque sea en otro idioma (me niego a escribir jaja pero como decirlo de otra manera). Deje mis bolsos, otra vez, y emprendí la caminata que duro más de 5 horas. Hoy el frío fue intenso, la cara parecía congelarse con el viento. Durante todo el día pensé en como definir esta ciudad, que para ser sincera al principio no me gusto. Creo que opulenta es la palabra que buscaba. Magnificas construcciones, gigantes de piedra con inmensos jardines. Estatuas de bronce ya verdosas por los años. Recién en el museo de historia empecé a comprender. Bruselas se empeña en demostrar por doquier su estirpe real. Su tradición monárquica esta presente en cada detalle. No es uno de esos lugares que te da la bienvenida más bien es como un amigo al que no le molesta que te quedes en su casa (siempre y cuando no fastidies su rutina). Españoles por todas partes me saludan en francés, yo les respondo en inglés para luego descubrir que hablamos el mismo idioma.
Los “ponjas” se llevan el premio al fotógrafo solidario. Nadie se niega a tomarte una instantánea. Pero ellos repiten la toma hasta que queda a su gusto, sonríen y casi agradecen por la posibilidad de ayudar.
El Parc de Bruxelles quedo chico en mis fotos. Mucha gente corriendo, y haciendo deporte en sus senderos desde la mañana hasta el atardecer. Tubos de luz de sol se filtran por los invernales senderos de árboles.
Subidas y bajadas en las callecitas llenas de curvas y recovecos. La senda peatonal en muchas, esta hecha con adoquines de mármol. Oro, madera tallada monumentos para lo que se nos ocurra, así es Bruselas. Hoy me costo mucho encontrar un café, justo cuando era más necesario. Dentro del museo Belevue había un barcito donde acompañe mi expresso con una tarta de manzana. Complete mi menú con un waffle que vendían en el costado de una camioneta. Sencillamente delicioso, cubierto de miel y humeante para sacarle el frío a cualquiera.
La Guerra , o las guerras están vivas en las calles, en las estatuas, en las personas. Tan lejana para nosotros, que a veces solo es una película o la anécdota dolorosa de algún abuelo, aquí es recuerdo permanente. No olvidan, recuerdan para que no se repita.
En mi recorrido siento predilección por las Iglesias, más allá de la fe, son excelentes muestras de arte e historia. Pero Notre-Dame-des-Victoires (que se ve tras de mí en la foto que estoy sentada) fue una experiencia extraordinaria. Todo este tiempo creyendo que el barroco era mi periodo favorito, hoy cambie de opinión. Los góticos sabían lo que hacían al levantar esas enormes torres. Parecen realmente acercarte a Dios. Ventanales con vitreaux más allá de donde llega la vista. Columnas de piedra tan tan tan altas que no cabrían en ninguna fotografía. El púlpito tallado en madera, y en el altar colgado en el punto más alto un crucifijo grandioso. Enfrente el infaltable órgano que se encuentra tan alto que podría ser tocado por los ángeles. La piel se eriza al entrar, y a medida que recorres el pasillo central una sensación extraña empieza en la cabeza y llega hasta los pies. Las lágrimas saltan de los ojos de forma inexplicable. No es tristeza, no es alegría, es más bien una sensación parecida a la paz.
Cuando Bruselas era solo ladrillos bien ubicados, jardines perfectamente podados. Bruselas se convirtió tras una de sus calles curvas cerca de Notre-Dame tras el palacio de justicia, una explanada que te deja ver la ciudad completa. Se mezcla lo antiguo, más lo antiguo reconstruido y con el acero moderno tras las viejas cúpulas.
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